Era de noche y un grupo de chicas y
yo estábamos jugando a Verdad o
Atrevimiento. La botella me señaló a mí y todos me presionaban para que
eligiera Atrevimiento, así que no
tuve otra opción que elegirlo. No sabía muy bien qué era a lo que me iban a retar
y por eso estaba un poco nerviosa. Cuando por fin se pusieron de acuerdo me
comunicaron lo que habían decidió mientras una de mis amigas salió de la
habitación buscando algo. Parece ser que les gustaba la idea de obligarme a
jugar a la “ouija” que, por si no sabes lo que es, es el juego en el que se
supone que contactas con los difuntos, cosa que a mí no me hacía ni pizca de
gracia. Según ellos sería interesante, pero yo no tenía intención de jugar, así
que me obligaron y, por si no lo sabes, para abandonar el juego tienes que
dejar en el tablero algo tuyo. Encima de que tenía que jugar, querían jugar en
un cementerio. Ahora sí que no quería jugar, ¿qué se creían, que por ese
estúpido juego iba a pasar el peor momento de mi vida?
Al ver mi expresión de enfado y
miedo a la vez una de las chicas que estaban se ofreció a llevarme en su coche
hasta mi casa, cosa que le agradecí y acepté de inmediato. Antes de irnos se
había despedido del resto entre risitas y eso me resultó sospechoso. Me subí al
coche extrañada y ella arrancó. Comenzó a moverse el coche y a medida que
íbamos avanzando me di cuenta de que no me llevaba a mi casa, la graciosita me
llevaba al cementerio, lo tenía todo planeado.
Llegamos al cementerio, la noche era
aún más oscura y hacía un frío espeluznante, frente a la puerta se encontraban
el resto de las chicas con la tabla en la mano, dispuestas a entrar y a jugar.
Yo sabía que al final iba a tener que jugar así que no me esforcé por irme.
Dentro del cementerio sólo habían dos farolas una en cada extremo por lo que
una de ellas sacó una linterna del bolso.
Nos sentamos justo en el centro y
encendieron un montón de velas formando un círculo alrededor de nosotras y el
tablero. Una chica se ofreció voluntaria a empezar siempre y cuando yo lo haga
con ella. Me vi obligada a jugar con
ella y ambas colocamos la mano sobre la flecha. El resto de chicas comenzaron a
decir como un especie de cántico: “¿Espíritus tenéis algo que decirnos?” así
durante un par de minutos.
Entonces la
flecha se comenzó a mover lentamente hacia el “Hola”; yo empecé a tener un poco
de miedo y la otra chica dijo: “¿Quién eres espíritu?” y la fleca se volvió a
mover hacia la M, luego A, R, G, A, R, E
y por último T. Mi corazón se paró de pronto, Margaret era mi bisabuela que
habían encerrado porque decía ver
muertos. Ahora sí que tenía miedo porque ninguna persona de las que
estaba allí sabía lo de mi bisabuela, y mucho menos la chica que tenía la mano
en la flecha; era mi bisabuela de verdad.
Continuará la semana que viene ;)
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