Dime bajito "Te quiero"
Todavía no sé dónde
está él. No recuerdo cuánto tiempo hace que no lo veo, que no siento sus suaves
manos acariciando mis mejillas. Sólo sé que un día no apareció donde habíamos
quedado y hasta hoy nadie lo ha vuelto a ver. Echo de menos su forma de
saludarme y de decirme “Te quiero”; se acercaba a mí hasta que nuestras narices
chocaban, giraba lentamente su cabeza, se acercaba poco a poco a mi oreja y me
decía muy bajito “Te quiero”.
Aquel día habíamos quedado en ese
bonito sauce que está en la placita, aquel sauce era hermoso; era nuestro
sauce. Al llegar allí no me extrañó que no hubiera llegado, ya que siempre o
casi siempre llegaba tarde. Pasó media hora, una hora, una y media… Claramente
me comencé a preocupar y llamé a su casa para saber si estaba allí, pero nada,
no estaba. No sabía qué hacer y llamé a todos sus amigos, ninguno lo habían
visto desde esa mañana. Me dirigí a su casa para informar a sus padres, ellos
llamaron a la policía e hicieron carteles para ponerlos por toda la ciudad.
Ya
han pasado cuatro años y lo sigo esperando con la esperanza de que un día, mientras estoy debajo de nuestro sauce como todas las tardes, detrás de mí sienta cómo dos suaves manos me acarician las mejillas, se acerque a mi oído y
me diga bajito “Te quiero”.
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