Primera parte
Había sido una velada maravillosa pero se estaba haciendo muy
tarde y todavía tenía que conducir 30km antes de llegar a casa.
Ana me había invitado a que pasase
la noche con ellos. La verdad es que la tormenta no animaba a coger el coche,
pero había prometido a mi hija que la llevaría al aeropuerto a primera hora de
la mañana.
Antes de irme, uno de los invitados
me sugirió que regresase por la carretera comarcal: tardaría menos porque a esa
hora no había prácticamente nada de tráfico.
Una vez en el coche, decidí probar suerte con
la carretera comarcal. Estaba cansadísima y cuanto antes pudiera meterme en la
cama mejor.
─¡Vaya
nochecita!-me dije mientras arrancaba el coche y ponía el limpiaparabrisas en
la posición rápida.
A los pocos kilómetros, sentí un
poco de miedo. No me había cruzado con ningún coche y apenas se divisaban luces
de casas o bares aún abiertos. Aparte de los faros del coche, la oscuridad sólo
se rompía con el resplandor de los rayos.
Entonces, de repente el coche se
paró y salía humo del capó.
─Lo que me
faltaba- pensé en ese momento.
Me bajé para comprobar qué había
sucedido, pero raramente al salir del coche el humo paró de salir; aún así me
dirigí hacia el capó y lo abrí. Nada parecía estar mal, lo único era que no me
quedaba gasolina en el tanque, pero eso no pudo haber causado la avería ni el
humo.
Saqué mi móvil, pero
desgraciadamente no tenía cobertura; la única solución era ir a buscar alguna
gasolinera cercana. Desganada cogí una garrafa vacía del maletero y con la
linterna que encontré comencé a andar sin saber a dónde ir, simplemente seguía
la carretera con la esperanza de encontrar una gasolinera o alguna casa, aunque
sea había cesado la lluvia y no me mojaba.
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