Arturo, tras otra larga
jornada laboral, se dirige a la cama para descansar unas horas antes de que
suene el mismísimo demonio: el despertador. Comienza a retirarse el bigote y
barba postizos y a dejar descansar los pechos apretados por el vendaje hasta
volver a ser Jessica. “El trabajo de camionero no es cosa de mujeres”, dijo el
machista que tenía por jefe cuando la muchacha se presentó a la entrevista.
Pero no podía perder ese trabajo si quería que sus hijos y sus ancianos padres
tuvieran un plato de comida sobre la mesa. Así que se cortó el pelo con los
conocimientos que había adquirido durante sus meses como peluquera y con los
mechones se apañó un poco de bello facial postizo; se vendó el pecho para
ocultar lo máximo posible sus características femeninas, se vistió con algunas
prendas pertenecientes a su difunto marido y modificando su voz logró pasar la
entrevista como Arturo.
Jessica es una treintañera
maltratada por la vida. Detrás de su cabello corto y despeinado, se aprecian
dos ojos grisáceos que están rodeados por sus angustias y alegrías reflejadas
en pequeñas arrugas y ojeras profundas. Enmarcándolos, un par de cejas
delgadas; y justo debajo de su nariz puntiaguda se ven sus carnosos labios que
rara vez dejan ver la luz a sus dientes y encías.
Arturo era un chico
silencioso y misterioso para todos sus compañeros. Llegaba puntual a su hora de
entrada, realizaba todos los viajes que le pertenecían, hacía horas extras
cuando era necesario y desaparecía. Ni un hola ni un adiós, solo un tímido
gesto levantando la mandíbula al entrar y salir. Sin embargo, Jessica era una
madre coraje que cuando era preciso acudía al colegio para hablar o reclamar a
los profesores. Una mujer con la que era agradable mantener una conversación
durante el sagrado momento del café; pero una joven que tras su máscara con
muecas de alegría y maquillaje para las ojeras, ocultaba todo un mar de
problemas y disgustos.
Este, como el resto de sus días, había sido eterno. Lleno
de sus responsabilidades como madre llevando y recogiendo a los niños de la
escuela, cuidando a sus padres con décadas de años sobre sus bastones y
prótesis, cocinando para toda la familia, manteniendo la casa en orden,
ayudando a sus hijitos con los deberes, aunque era ella la que necesitaba un
poco de auxilio; y por último, acostándolos y arropándolos para que duerman
mientras ella se convierte en Arturo y trabaja toda la noche.
Por fin; deja caer delicadamente su cara sobre la almohada
con escasas plumas, los muelles del colchón suenan para confirmar que sujetan
el peso de su cuerpo delgado, y poco a poco, sus agotados párpados, debido a la
falta de descanso, se van cerrando hasta que… ¡Ring! Su vida la reclama de
nuevo.
¡Y eso ha sido todo! Espero que hayan desconectado un poco de la rutina y sobretodo si están con muchos exámenes. Yo me despido ya y les vuelvo a animar a que lo intenten. Hasta prontoo ;)
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